viernes, 24 de febrero de 2012

Me encantaría



No pensar tanto, me encantaría,
no preocuparme por el mañana ni por mi país ni su llanto,
no perder los nervios al ver injusticias,
mantenerme en sempiterno estado calmado.

Me encantaría vivir feliz en mi ignorancia,
ver pasar el tren y mantenerme callado
pensar en mí, sólo en mí, en los míos y más nada
que es lo que yo soy, al fin y al cabo.

Me encantaría sentir tus caricias
y mirar sin ver las flores que alguien arranca,
o verlas y no enrojecer de ira, mantener la sonrisa
y pedir mientras tanto otra de gambas.

Me encantaría, ¡pues claro!
Ignorar datos y cifras… la maldita economía,
no vivir en una absurda y complicada democracia
sino en la demagogia fácil con toda su ironía.

Lo intento, sonrío y prometo que trato
de hacer bromas, chistes y chanzas,
descubrir mi lado de sabiduría y pericia,
ese que intenta mirar a la otra banda..

Amor, hoy te regalo toda mi algazara,
si tú me agasajas con tu simpatía,
andemos, huyamos, bailemos, corramos,
vivamos en una completa armonía.

Me encantaría dormir tranquilo y relajado
y si el vecino sufre, grita y brama,
tratemos de consolarle con desbordada alegría,
rezando por no ser nosotros mañana.

Envidio a mi amigo el correcto y educado
siempre me calma, me anestesia y hasta me hace gracia
todos le aman porque nunca se enfada,
¿por qué me es tan costoso copiar su prestancia?

Me encantaría vivir con Alicia en su comarca,
esa llena de luces, colores y fantasía,
sin periódicos, opiniones, críticas o militancias,
allí donde todo se mancha de utopía.

lunes, 20 de febrero de 2012

Si me vas a kerer con k... mejor no me quieras

Hoy pienso que hace unos días alguien me decía a través de una red social que él escribía todas las palabras con K porque era su forma de expresarse, "porke tengo deretxo a espresarme" me dijo.

Eso me hizo reflexionar a lo que hemos llegado con esto de los derechos individuales. El buenismo y los derechos malentendidos es lo que tienen, que no conocen límites.

Porque uno puede tener derecho a ir en el autobús y dejar escapar una ventosidad,, pero eso no significa que deje de ser una marranada... y lo que es peor, que si es de los pestilente, el pasajero inocente que va sentado al lado tenga que aguantar su hedor interno, por mucho que generósamente lo haya querido compartir.

Vamos ganando derechos y consolidándolos, y eso está bien, hasta que se confunde el disfrutar de un derecho con lesionar el de otro.

Soy un firme defensor de las libertades, pero por eso mismo no debemos olvidar que para disfrutar de esa libertad es fundamental establecer límites y reglas que hagan posible que todos, y no sólo unos pocos puedan disponer de sus derechos en igualdad de condiciones.

Esto es aplicable a las huelgas, un derecho fundamental, que tras conseguirse hace más de 30 años se ha ido pervirtiendo progresivamente hasta convertirlo en una exigencia para algunos y una obligación para otros. Lo peor es que hemos caído en la citada perversión y han conseguido hacernos creer que el derecho de algunos ostenta la legitimidad moral para imponerse de la forma que sea, incluso por la fuerza.

Así, vemos como los piquetes teóricamente informativos, amenazan o a veces llegan a agredir a aquel que ejerze su derecho a no secundar una huelga, sobre la cual, entre otras cosas, seguramente nadie le ha preguntado.Vemos cómo rompen escaparates de tiendas abiertas o tapan cerraduras para evitar su apertura. Todo eso es válido porque el derecho a la huelga legitima cualquier acción del calibre que sea.

El movimiento del 15-M también fue un fenómeno donde el derecho de algunos trató de imponerse al derecho de otros, simplemente por el hecho de reivindicar una serie de ideas disfrazadas bajo conceptos como el de libertad, democracia y solidaridad, términos, que por el sólo hecho de ser nombrados dan absoluto poder a aquél que las pronuncia para hacer lo que le dé la gana, y !ay del pobre fascista que intente impedirlo!

Igual sucede con la educación. Hoy día observamos con naturalidad cómo en el mismo autobús donde va el flatulento, un adolescente no cede el asiento a un anciano, ¿por qué debería? Son dos personas con los mismos derechos... y si una mujer embarazada le pide educadamente que se levante, el chaval espeta  un "habértelo pensao antes de echar el polvo". Y el de enfrente hasta se sonríe, porque el derecho a decir lo que piensa hay que inculcarlo desde pequeñitos, y recriminarle su actitud sería coartar su libertad a ser él mismo, y el chaval además es hasta ingenioso...

Seguramente si un niño escribe "soy un vurro" o "haber qué pasa hoy" y el profesor le corrige, los padres acudirán como una exhalación a recriminar a ese tirano maestro su acción del todo totalitaria y déspota.

Y ahora mismo leo en el períodico que el Presidente de la Federación Valenciana de Estudiantes afirma "vamos a seguir quemando las calles" y me comenta mi compañero de asiento en el autobús: "Estos pobres chavales lo que tienen que hacer por hacer valer sus derechos".

Y yo me tapo la nariz por si acaso él también quiere ejercer su derecho...


miércoles, 15 de febrero de 2012

¿Quién merece una beca?

Hoy pienso que Wert se me ha adelantado.Esta mañana el flamante ministro de Educación ha afirmado una idea a la que yo llevo dando vueltas mucho tiempo: La concesión de becas en base a los resultados académicos y no sólo a las rentas familiares.

Además, hace un días, leía también que en la Comunidad Valenciana se va a introducir el criterio del rendimiento escolar junto al de las rentas para conceder las ayudas de comedor, libros y transporte escolar.

Como decía, los que me conocen en el entorno más íntimo, esto es  algo que llevo defendiendo hace mucho tiempo.

Antes de nada me gustaría dejar claro que las becas no suponen excluir el derecho y la garantía a la educación para todos, sobre todo en un país donde la Educación es obligatoria y gratuita hasta los 16 años,  pero sí que deben excluir el regalar notas y desperdiciar recursos en estudiantes que no se esfuerzan o simplemente, que no logran los rendimientos mínimos, y que, por tanto, al final, obtengan o no una cartulina acreditativa, no conseguirán ser buenos profesionales, lo que acabará redundando en ellos y en toda la sociedad.

No se trata de discriminación ni de injusticia social, todo lo contrario, con este criterio, el Estado (y por tanto todos los ciudadanos, que aunque se nos olvide a veces, somos los que conformamos el Estado) garantiza:

- Desde el punto de vista económico: Se asegura la eficiencia, puesto que si se invierte en los mejores, éstos obtendrán los mejores resultados y serán los mejores preparados, por lo que a la hora de integrarse en el mercado laboral, serán los más competitivos, lo cual repercutirá positívamente en nuestra propia economía a nivel nacional e internacional y por tanto, en nosotros mismos.

- Desde el punto de vista social: El Estado puede afirmar orgulloso que concede el dinero en base al criterio más justo y objetivo: Capacidad y mérito, facilitando y fomentando la continuidad académica a aquél que más se esfuerza y que obtiene mejores resultados.

- Desde el punto de vista académico: El propio estudiante ve cómo su esfuerzo tiene su recompensa, promoviendo que los mejores lleguen más lejos y no se sientan defraudados o desmotivados si ven cómo otros alumnos, consiguen llegar donde ellos sin el mismo empeño, sin obtener los mismos frutos y, lo que es peor, sin merecerlo.    

Hasta aquí estoy de acuerdo con el Sr. Ministro, sin embargo, es cierto que esta reforma no puede ir sóla, también habría que mejorar la formación profesional actual, de forma que no se abandone a ningún estudiante, sino que se guíe también a aquél en su formación para conseguir un buen profesional en aquella profesión para la que sirva y esté interesado. De este modo, de nuevo, gana el alumno y gana el Estado.

También sería necesario una reforma del sistema educativo para conseguir una mayor calidad, y eso pasa por un pacto de Estado, donde todos los partidos se sienten y asuman que hay materias como la Sanidad y la Educación que son demasiado importantes como para estar jugando y negociando con ellas.





domingo, 12 de febrero de 2012

Penalti en contra de Garzón

Ley 1: "Prevaricador es como si se dijera que "varica" (es decir, que anda con las piernas separadas) y ayuda así a la parte contraria traicionando a la que en él confía. Labeón dice que este término se deriva del hecho de "varicar" en la contienda, pues el que varica está en un lado y otro, incluso más del otro".
Digesto. Lib.XLVII.Tit. 15.

Hoy pienso que esto de las dos Españas es inalterable, pasan los años y seguimos siendo así, como el fútbol. Si  soy del equipo blanco, siempre veré los penaltis a mi favor y sin embargo, los pitados en contra siempre serán injutos. Así es el fútbol, pura subjetividad. Sin embargo, en la vida debería existir algo de objetividad.

Estos días hemos asistido a la primera sentencia de uno de los juicios a los que se está sometiendo el Juez (ya ex) Garzón. Los titulares acerca del fallo lo dicen todo. Al igual que en el fútbol, no importa lo que hizo, no importa la fundamentación, importa sólo si eres del equipo A o B. Y claro, así nos luce el pelo. Si soy de izquierdas, tengo que indignarme, pero si soy de derechas, descorcharé una botella de mi mejor cava. 

¿Dónde quedó la objetividad? ¿Acaso no somos capaces de pensar por nosotros mismos?

Seamos sensatos y fríos en este asunto: Ha quedado demostrado, y así él mismo lo ha reconocido que se extralimitó en sus funciones y puso micrófonos donde no debía, cargándose uno de los derechos esenciales de nuestra Constitución: El derecho a la defensa de todo acusado. 

No entraré a juzgar si el fin merecía la pena. No valoraré si actuó desde la honradez exacerbada de tratar de pillar a unos tramposos y corruptos de la propia democracia, porque nos guste o no, la cuestión no es esa.

Él mismo investigó y llegó al pseudo fondo de la trama de los GAL, basándose en que por mucho que se merezcan la muerte los hijos de puta etarras, nadie está legitimado para tomarse la justicia por su mano, ni siquiera el Gobierno.

Sin embargo, al final él mismo ha caído en eso, por eso se le ha juzgado y por eso se le ha condenado. Y por eso 7 magistrados con distintos criterios y, si se me permite, con distinta ideología, han llegado a la misma conclusión: "Balta, lo sentimos, pero cruzaste la raya".

Ahora oigo barbaridades, como a Cristina Almeida, abogada y ex política, que afirma que "ha sido una cacería porque Garzón sólo utilizó todos los medios a su alcance para resolver una trama de corrupción de cuello blanco y altas esferas". Al más puro estilo estalinista viene a afirmar que para acabar con el rico, todo vale. 

Como decía al principio, Garzón no es un corrupto, no es un asesino y tampoco un delincuente común. Y por eso no ha sido condenado siquiera a ir a la cárcel. Ha cometido un delito de prevaricación, y ha sido condenado a la pena que se establece  para dicho delito, inhabilitación para ser juez.

En el derecho visigodo hispánico se castigaba al juez que se extralimitaba en sus funciones pasando a ser esclavo del detenido... por no hablar de los persas, sobre los que relata Diodoro el caso de un Juez convicto de cohecho, que fue condenado a muerte, forrándose con su pellejo la silla en que había su sucesor de dictar sentencia.

Por suerte, vivimos en un Estado de derecho, algo más civilizado que tiempos de antaño (aunque a veces no lo parezca) y por eso mismo, Garzón (que ha sido condenado por haber obviado un principio fundamental, aunque su fin pudiese ser legítimo), no será ejecutado ni  ajusticiado, aunque algunos medios sigan viendo un penalti pitado en contra de su equipo...

lunes, 6 de febrero de 2012

Los mejores compañeros de viaje

Hoy pienso que es domingo por la noche y no tengo que preparar para mañana mis libros forrados con fotos de ese cantante de moda, ni tampoco tengo deberes pendientes para la clase de literatura, ni siquiera recibo la llamada de mi amigo recordándome que mañana hay examen de mates... ese examen que yo olvidé estudiar...

Mañana no me esperará ella sentada en el pupitre de delante, y mi corazón no palpitará intensamente cuando se dé la vuelta para pedirme la goma.

No miraré el calendario para ver cuánto queda para Semana Santa y tampoco hablaré con mis amigos sobre la fiesta del viernes ni nos reiremos de la borrachera que se cogió el de siempre.

No nos sorprenderá que al final ella le dijese que sí a nuestro amigo y que ahora paseen juntos durante el recreo casi sin mirarse y muertos de vergüenza.

No comentaremos el partido de fútbol en el recreo ni nos comeremos un bocadillo de chóped mientras suspiramos mirando a las chicas más mayores, resignados a que no nos hagan ni caso.

No sentiré cómo se derrumba el mundo a mis pies cuando el profe de latín me da la nota del último control, y ya no tendré que esconderme más detrás del muro para librarme de correr en la clase de gimnasia.

Ya no tendré que apresurarme por la mañana, y tener que pegarme una carrera al oír sonar la campana para  evitar llegar tarde.

Ya no seguiré tratando de convencer a mi padre de que, en realidad, ese profesor me tiene manía, y ya no desearé más a esa profesora que supo despertar nuestras impúberes hormonas.  

Nadie me gritará desafiante eso de "a la salida en el callejón" y no esquivaré más pelotazos al grito de "aaaajo".

Nada de esto tendré que hacer mañana, sin embargo, hoy todavía me siento como ese niñaco que fui hace 20 años, porque ayer volví a serlo, disfrutando del sabor de la dulce adolescencia en compañía de los mismos con las que la compartí. 

Ayer volvimos a vernos, unos con menos pelo, otros con más peso y todas ella más guapas, sin duda, sobre todo aquella por la que mi corazón se encendía cuando me pedía la goma. Allí estábamos, los mismos de entonces, y por unas horas fuimos otra vez aquellos compañeros cuyas preocupaciones se limitaban a aprobar el próximo examen y conseguir hablar con la chica por la que bebíamos los vientos.

Y hoy es domingo y vuelvo a mi vida de siempre, sin embargo, me miro en el espejo y sigo viendo aquel chaval con el bigotillo incipiente lleno de dudas y de sueños. Y cierro los ojos buscando más y más recuerdos, y siempre están ellos, los mismos que ayer se reían y brindaban conmigo, mis compañeros. Esos que ayer dejaron la toga, el mono y el maletín para volver a ser los mocosos de entonces. Y en ese mar de recuerdos les susurro a todos ellos, gracias, chicos, por acompañarme en ese precioso viaje...










jueves, 2 de febrero de 2012

Jaén no es Abbey Road

Hoy pienso que no diré yo que tenga que ser como en Alcalá de Henares, donde pasabas cerca de un paso de cebra y el coche más cercano paraba, sólo por si en tu intención estaba cruzar por el paso de peatones.

Tampoco ha de ser como en Murcia, donde estacionabas en doble fila y el coche que te seguía no sólo no te pitaba sino que bajaba la ventanilla y te preguntaba si necesitabas ayuda. 

Es lo que tiene haber vivido en distintos lugares. Ahora uno vuelve a su ciudad natal (o casi) y se encuentra con muchas cosas que no funcionan, y lo que es peor, que lo harían con tan sólo un poquito de sentido común.

La mala fama del tráfico se la lleva Madrid, !qué duda cabe! Esa gente estresada, acostumbrada a vivir en el coche, surfeando entre atascos y driblando accidentes. 

Pues no, mire usted (que diría Jose María). Yo he vivido allí, y he conducido allí. Y lo que es más peligroso para algunos, lo hacía en moto (vade retro!) y sigo vivo... pero tengo que reconocerlo, lo de Jaén es otro mundo. La calzada es una jungla donde sólo existe la ley del más fuerte, o mejor dicho, la ley del más pícaro.

No voy a entrar a describir las pirulas que se cometen, ni tan siquiera el hecho de que el propio peatón cruza por donde quiere y si le pitas, tras el frenazo de rigor, te mira con mala cara, como a quien molestas innecesariamente tras despertarlo de la siesta. 

Me quedo con los pasos de cebra. En Jaén, esas rayas longitudinales paralelas al flujo del tráfico y que alternan el color blanco con el de la propia calzada parece que es un adorno más, una especie de pintura rupestre que da vida a ese gris cenizo del asfalto.

Algunos deben pensar que es un homenaje a los Beatles, para que todo parezca el mundo idílico de Abbey Road, otros simplemente deben pensar que son los más fuertes, porque van escoltados por kilos de acero y que el pobrecito pedestre es un mero damnificado de la evolución del transporte sin derecho a réplica.

No soy muy dado a las críticas gratuitas. Pero ésta no lo es, es constructiva, preventiva y sobre todo moral,ya que el otro día, viendo a dos niños tratando de cruzar, se me revolvían las tripas mientras, parado yo y cediéndoles el paso, observaba atónito como un coche tras otro de los que venían de frente, pasaban y pasaban sin siquiera aminorar la marcha. 

Tuve que empezar a gesticular, llamar la atención de los conductores (mejor dicho, animales) que viendo a los niños cruzar, aún así seguían su camino. 

El colmo fue una motocicleta que, pasando por mi lado, y viéndome parado, aceleró sin problemas, y gritando, le recriminó a uno de los niños su peligrosa conducta... Seguramente, si fuese Abbey Road y el niño fuese John Lennon, se habría parado en seco a pedirle un autógrafo...pero claro, él era sólo un niño en una calle de Jáen...