lunes, 29 de julio de 2013

No es un billete de tren, son 79 vidas

Hoy pienso que soy un asiduo viajero de RENFE. Como tal, suelo sacar mis billetes a través de internet, y por necesidades del trabajo, suelo tener que cambiar a menudo el tren que ya había reservado.

El caso es que, supuestamente, dicho cambio lo debería poder hacer por internet. Sin embargo, uno accede vía web, da el número de localizador, el resto de datos y en el último momento, tras 10 minutos de proceso, te aparece una pestaña diciendo que es imposible realizar el cambio. Primer error, fallo o deficiencia de RENFE.

Como yo ya me sé la historia, siempre lo hago directamente por teléfono. Llamo y digo que quiero hacer un cambio de billete. El o la siempre amable comunicadora, me pide el número de localizador y aquí viene la segunda curiosidad. Dependiendo del día y de la persona que me atiende, algunos me hacen el cambio sin problema, mientras que otros me dicen que ese cambio sólo se puede hacer por internet, que es por donde hice la compra. Recuerdo que la primera vez discutí bastante, ya que la situación era algo contradictoria. Quedaba una hora para que saliese el tren que quería cambiar y, como aún estaba trabajando, se me antojaba imposible coger el tren, por lo que quería trocarlo por el que salía una hora y media después. Ante esta disyuntiva, el hombre al otro lado del teléfono me decía que él no podía hacer nada y que si internet no funcionaba (cosa que comprobó él mismo) tendría que ir a Atocha a hacer la gestión. Por mucho que le explicaba que mi problema precisamente era que no podía llegar a Atocha en menos de una hora y que por eso es por lo que quería cambiar el billete, el hombre no atendía a razones.

Al final, colgué el teléfono y volví a llamar. Se puso una simpática señorita y me hice de nuevas, comenzando por el principio como si tal cosa... pues esta chica me sacó el billete sin ningún problema.

A partir de entonces, cuando llamo, si alguno me pone alguna traba, no discuto, le doy las gracias y cuelgo, vuelvo a llamar y siempre me atiende otra persona que curiosamente no encuentra obstáculos a hacer el cambio de billete por vía telefónica.

Sin embargo, lo de este fin de semana ya ha rizado el rizo. Llamé el sábado para cambiar el billete y esta vez sí, a la primera me hicieron el cambio. Sin embargo, no pude imprimirlo porque estaba en la playa y no tenía impresora. No pasa nada, pensé, llego con tiempo a la estación y allí lo imprimo.

Claro, que en Jaén, pequeña ciudad con ínfima estación, no hay máquinas de "auto chek in" (lo que viene a ser un cajero para imprimir o expedir billetes), así que me pongo en la cola de la taquilla (tic tac tic tac). Cuando llega mi turno, le doy mi número de localizador y tras varios resoplidos y miradas furtivas me dice que no sabe qué pasa, pero que no puede sacar el billete y que como quedan sólo 10 minutos y hay gente esperando, que me monte en el tren y se lo explique al revisor, que no cree que ponga problemas.

Me monto en mi tren, pero como ya uno va conociendo al personal, llamo a RENFE y le explico la situación, me dicen que desde allí no pueden hacer nada, pero que me mandan un SMS confimando mi número de asiento, para que el revisor se quede tranquilo.

Llega el momento crítico, se acerca el revisor, con sus gafas inquisidoras en la punta de la nariz y me pide el billete. Le cuento los hechos, y al terminar mi historia, me mira y me dice, cual máquina expendedora de tabaco: "sin billete físico no hay nada que hacer, tendrás que pagar otro". Resoplo, me armo de paciencia y vuelvo a contarle la historia, esta vez más lentamente y con un vocabulario más asequible, instiendo en lo que me había dicho su compañera de la taquilla y su compañero del servicio telefónico.

Tras terminar de nuevo mi perorata, el hombre, de forma tranquila pero tajante, me contesta: "Aquí  RENFE ahora soy yo, y usted no tiene billete imprimido en papel que es el único que vale".

- "Pero vamos a ver, alma de cántaro, le estoy enseñando el billete antiguo, en el IPad le estoy enseñando que está anulado y el Iphone puede ver el nuevo localizador con el número de asiento y todo" Le digo resignado pero algo enfadado.

- "Pues yo no puedo hacer nada. Tiene que pagar el billete, luego cuando llegue a Atocha presenta una reclamación, mañana se pasa por allí otra vez y le reintegran el importe". Me dice el interventor sin alterarse lo más mínimo.

- "Mire, yo no voy a perder dos horas hoy, y cuatro mañana en Atocha, adelantar un dinero por un pago que ya he hecho anteriormente y sufrir las consecuencias de su negligencia, y digo su negligencia porque Usted me ha dicho que aquí Usted es RENFE, así que Usted es un negligente. Llame a Madrid si quiere, a Jaén o a la conchinchina, pero no pienso pagar otro billete ni levantarme de un asiento que además nadie va a reclamar en todo el viaje porque lo he pagado yo".

El hombre, con la misma calma se quedó pensativo, me murmuró algo así como "ahora vuelvo" y desapareció pasillo abajo... Allí estuve más de una hora, sin saber si aparecería con la policía, con dos matones o simplemente había desaparecido para siempre y todo había sido un sueño...". Y yo allí, impertérrito, recordando a Julia y los chicos de verano azul cantando, guitarra en mano, aquello de "no nos moverán", mientras se me cerraban los ojos al ritmo de balanceo del tren.

Finalmente sucumbí a la llamada de Morfeo, justo cuando siento una mano tocar mi hombro. Abro los ojos y allí está, mi amigo el interventor con un billete en la mano. "Al final lo he podido imprimir yo en la cabina".

Tras darle las gracias y despedirle con una sonrisa. Me asaltaron mil dudas: ¿Era la primera vez que el interventor imprimía un billete en el tren, o simplemente le suponía mucho trabajo? ¿Si no me llego a obcecar, habría pagado el billete y después me lo habría devuelto RENFE? ¿Es lógico que hoy día, te sigan requiriendo un papelito imprimido cuando puedes enseñarlo en la tablet o el móvil? ¿Es la primera vez que ocurre una cosa así en un tren?

SI os fijais, al final todas las gestiones en RENFE que he descrito se resumen en una idea: Depende de la voluntad de la persona que tienes enfrente.

RENFE tiene pues un problema, porque si cada gestión es solucionada o no de forma arbitraria por la mera capacidad o voluntad de la persona que te atiende, algo están haciendo mal.

Por suerte, lo mío es una tontería, hablamos de tiempo y de molestias insignificantes. Pero, si la propia versión de Adif respecto a la tragedia de Santiago es la buena y se trata de un error humano, eso sólo ratificaría mi teoría, y creo que es inconcenbible que un tren con 250 viajeros dependa de la capacidad o el buen hacer de una única persona. Si ello es así, que no crean que quedan exculpados, porque algo están haciendo mal. Y en este caso, no hablamos de un mísero billete de tren o de 4 horas en Atocha, hablamos de 79 vidas.

lunes, 8 de julio de 2013

Hoy quiero hablar de mi blog

Hoy pienso que quiero hablar de mi blog. Muchos están esperando a que hable de algún amigo raro, uno de esos que pasa por una experiencia única, traumática, de desgaste psicológico y de las que nadie quiere sufrir, pero de la que todos, cuando les toca, desean con toda su alma salir.

Podría, pero prefiero hablar de mi blog, quién quiere perder el tiempo hablando de un amigo anodino, sí, anodino, de esos que cuando llega no hace ruido, pero cuando se va, notas al segundo de su partida su silencio. 

Como decía, este es mi blog, un blog donde podría hablar de ese amigo, que decide triunfar en la vida, y no quiere hacerlo solo. Y decide que todos seamos partícipes de su alegría. Porque su triunfo es de verdad, nada material o efímeramente trascendental, en realidad su conquista ha sido la propia gloria personal.

Por un momento me dan ganas de no hablar de mi blog y contaros cómo decidió compartir su corona vital, convirtiendo la honra en un triunfo de la amistad. Y así, si no fuera porque quiero hablar de mi blog, podría seguir contando cómo un simple silbido, una única llamada, y cada uno dejándolo todo para acudir a su encuentro, porque quizás, sólo quizás, todos querían estar allí, acompañándolo para ese guateque leal, porque todos ellos tenían algo personal que aplaudir y festejar.

Podría hablar también de más amigos, el que vino de Elche, y que cada día pesa un kilo más de bondad, el tranquilo granadino postizo, ese que me confesó que por fin, tras 39 años de contenida tolerancia, un día se enfadó (el fin del mundo debe estar cerca, pensé yo), otro granadino de adopción, con el que compartí tantos años de libros y experiencias, el ingeniero metido a broker, el exaltado madridista siempre con una sonrisa en su cara, el hoy anarcoliberal y que comenzó su vida del lado de la Pasionaria y el poeta de la calle, ese que es capaz de sonrojar con un sólo arqueo de cejas. 

Si no fuera porque es tiempo para mi blog, diría que también apareció el sempiterno joven que ha hecho de su vida su propia filosofía, o el primo encantador, al que nunca le falta una frase oportuna en el momento adecuado. Y sin duda también acudieron los ausentes, esos que no llegaron a nado desde el otro lado del charco, los que no tuvieron más remedio que quedarse comiendo Pierogi o los que tuvieron que sacar fuerzas para quedarse trabajando en un día tan señalado... y ese, ese que nadie sabe dónde se perdió y del que nunca más se supo. Aún así, si no fuera porque toca escribir sobre mi blog, diría que también ellos, en cierta forma allí estuvieron. 

Pero os prometo que un día os hablaré de la Pasa y el gran Matías, de los pins de colores y la cerveza leonesa, los castos besos y otros no tan castos, los abrazos sinceros, la exaltación de la amistad a horas desmedidas, las crueles risas que entre amigos nunca lo son o los mismos recuerdos que siempre acaban aflorando, pero eso será otro día, os lo prometo.

Porque hoy es día sólo para mi blog, nada de sacar los colores a hermanas, primas y otras amigas que quisieron estar allí en ese día. O esos amigos que lo supieron mimar desde sus puertas vecinas, sabiendo que nunca desfallecería. 

Y sólo porque hoy no toca, no quiero acordarme de ese anciano, que cuando cumplió 91 años, le respondía a su joven nieto cuando éste le preguntaba si se alegraba de cumplirlos: "no, no me alegro por cumplir 91 años, hoy celebro los 90 años que he vivido, porque hasta el día más triste de mi vida ha merecido la pena".

Y ahora, ahora sí, hablaré de mi blog...

viernes, 5 de julio de 2013

Dormir sueños y despiertos


"Dormís sueños y despiertos, 
incautados por lo bello
de un sueño que florece,
porque vuestro ego lo alimenta
sin que uno bien no sepa
si la vida -esa vuestra- se merece 
seguir nadando entre peces
que entre juegos enjambelgan
vuestra mala, mala mente.

No despabiléis si os apetece
acaso nadie es más dueño
de colocar en vuestro altar
una ventura que garbea
por vuestras calientes venas,
pero no recriminéis al que  os avisa
pues no hay cruel y más desdicha
que ver la luz de un nuevo mar
descubriendo que el azul era más verde"

lunes, 1 de julio de 2013

El fútbol es algo más que fútbol...

Hoy pienso que parece que fue ayer, y creo que mañana lo seguiré pensando... Y quizás dentro de 10 años.

Uno a veces desea cosas, incluso piensa que han de ser así, y sin embargo luego, cuando no salen como uno espera, no nos damos cuenta de que quizás el destino nos tenía preparado algo mejor.

Mi afición al fútbol es extrema, quizás con los años algo más relativizada (es lo que da el poso de los años, uno aprende a valorar lo realmente importante) y por eso siempre pensé que mi vastaguito seguiría mis pasos, y que juntos gritaríamos muchos goles.

Sin embargo no ha sido así, a sus casi 10 años su sorprendente y exuberante personalidad le hace tener muy claros sus gustos y preferencias, y  entre ellas no figura la de ver a 22 tíos pegándole patadas a un balón.

Curiosamente es mi angelito, la que contradictoriamente a esa personalidad tan femenina que posee, la que me acompaña eufórica en el cabalgar del balompié.

Ayer, como no podía ser menos, allí que nos fuimos los dos, acompañados por mi amigo Món, que se encargó de las entradas, a ver a nuestro equipo, el Real Jaen, enfrentarse al reto de salir de ese pozo sin fondo que es la Segunda división B.

Y es ella la que, como todo lo que hace, me descubre nuevos sentimientos y sensaciones. Curioso, como a sus 7 añitos, aguantaba el lorenzo abrasador en su cabeza, mientras esperábamos más de media hora, entre el agobio y el hedor humanizado de las gentes, para poder acceder el estadio. Allí abajo, cuando la miraba, entre el sofoco y la angustia de tanto cuerpo embarullado, y le preguntaba que qué tal iba, ella sólo me sonreía y seguía tarareando ese himno que con tanta fe se ha aprendido de memoria.

Suena el pitido inicial y su ilusión se me contagia, mientras con sus pipas y su fanta, busca con afán a su jugador favorito, Fran Machado, "¡Papi, papi, allí está, el de las botas azules!".

Durante el partido sus comentarios, sus risas, sus incansables palmas me hacen estremecer y sentir un poco más intensa la propia tensión del partido.

Un saque de puerta del equipo contrario, y ella, conocedora del rito particular de la afición, me pregunta, rápida, "Papi, ¿puedo?". Le asiento condescendiente con mi mirada, y disfruto viéndola gritar, todavía algo tímida, sabedora de que esa palabra no termina de sonar bien en sus diminutos labios: "¡eeeeeeeeeeeee... Cabrooooon!"

Y así van pasando los minutos, el Jaén mantiene un engañoso resultado que le da el ansiado premio del ascenso, pero que en cuestión de segundos puede romperse, como un jarrón en manos de un niño, en mil pedazos.

Y llega la ola, y los ojos de mi ángel crecen aún más cada vez que se acerca. "¡La ola, la ola!", me grita nerviosa y exultante, mientras levanta los brazos y salta al ritmo de todos nuestros vecinos de palco.

Un minuto para el final, penalti a nuestro favor. "Pero, ¿por qué no lo tira Fan Machado?" Me pregunta decepcionada. "Prefiere que lo tire otro compañero que no está tan cansado". Parece que mi respuesta le satisface y sonríe con la mirada.

Falla Santi Villa, la miro y me dice resignada:"Fran lo habría metido". Jugada de contraataque, la gente en pie y mi ángel me abraza subida en su asiento. Mientras un jugador rojo se planta solo ante nuestro Toni García, siento sus gritos entremezclados por mi piel. El balón parece que va a entrar, pero aparece Gaitán para sacarlo de entre los palos. Respiramos tranquilos, resoplamos y el árbitro pita el final, hemos ascendido.

"¡Al campo, Papá, al campo!", ella manda, me coge de la mano y bajamos la grada. En cuestión de segundos estamos pisando el césped sobre el que hace unos minutos aquellos jugadores sudaban más que un partido. Y mi niña, corre, vuela, salta... Y yo vuelvo a tener 7 años a su lado.

Y allí, entre el tumulto de la gente, cuidando de que nadie le haga daño, vigilo de soslayo su inocente alegría, mientras busca acalorada a su Fran Machado. Hay demasiada gente, y temo por los empujones y agobios, ella asiente y se conforma con haber visto a su lado a su también idolatrado portero, Toni García. Y nos vamos. Antes, se agacha, toca la hierba todavía húmeda y me dice "Papá, el césped es de verdad".

Subiendo la interminable cuesta, al salir del estadio, le pregunto si está cansada y quiere que cojamos un taxi. Me aprieta fuerte la mano y me dice, "prefiero ir andando, así estoy más tiempo contigo y este día dura más rato". Y yo trago saliva, y pienso que la felicidad debe ser algo parecido a esto.

Y así seguimos nuestro camino, la cojo aún más fuerte de la mano y me digo para mis adentros: Nunca olvidaré este día... Y espero que mi angelito tampoco...



Enhorabuena Real Jaén, y gracias por hacerme vivir este día...